Se suele decir que una obra de arte nunca está acabada. Que el artista «decide» parar en ese punto y «darla por acabada».
Esto implica que cada fase del proceso es en sí misma la generación de una obra de arte.
No me ha pasado pocas veces que al presentar un proyecto dejo los bocetos, ideas peregrinas, y cualquier cosa que se me ocurra al respecto dentro de la misma carpeta.
«Presentas» las opciones, por ejemplo, cuando se trata de dar forma a una marca. Te preparas toda la explicación, etc, etc. Y todo está por ahí encima. Entonces el cliente, más aburrido que atento, o esa es mi impresión porque yo estoy en pleno estado de euforia, coge un trozo de papel, o cualquier garabato…»ésta me gusta, nos quedamos ésta». Y no importa lo que digas una vez hecha la elección es eso.
Me siento…confundida. Como si no hubiera cumplido con el trabajo.
En la presente sucesión de imágenes ocurre algo parecido, a mí personalmente, me gusta y me quedaría la versión «desnuda», sin cromatismos.
Para mí es una obra donde el sentido de la vista, pero sobre todo el del tacto, se comunican plenamente con el observador. «Ver la obra con las manos», con los ojos tapados.
Del escultor y pintor Eric Cichacki
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