Hay que seguir trabajando, cargar con las plumas, las estilográficas, los lápices y bolígrafos con todos sus estilos, a menudo afectados, manieristas. Incluso absurdos.
Caldos de ideas recalentadas por opiniones, espejismos esperpénticos que buscan cierta originalidad. Cuando la originalidad no es otra cosa que ese gesto honesto donde uno asume que aún todo está por ver, por saber, por sentir…por vivir.
Pero a veces surge a flote algo diferente. Son pocas las veces que ocurre eso. Pero son suficientes como para que me siga gustando cargar con los estilos. Introducirme en su interior y escribir para esos otros. Entonces se produce una especie de traslación, un viaje empieza y no sabes a dónde te va llevar.
Es emocionante. Y por eso el sábado se vuelve tan interesante.
El lunes
El lunes es como un tránsito brusco del teocentrismo al antropocentrismo, en cuyo umbral refulgente, un manicomiolleno de desquicios neuronales mueve a cada uno en su ciclo. Y, entre ellos, destacan por su extrañeza, los catatónicos, a menudo completamente quietos...
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