En los tiempos de la Rusia zarista, un hombre se alzó como un enigma viviente: Grigori Rasputín. Pero más allá de su influencia política y su aura de misterio, eran sus ojos los que cautivaban y aterraban a propios y extraños por igual.
Dicen que sus ojos, oscuros como la noche siberiana, tenían un poder hipnótico, capaz de penetrar en lo más profundo del alma. Quienes se encontraban con su mirada juraban que podían sentir el frío acero de su voluntad cortando a través de ellos, leyendo sus secretos más oscuros con una facilidad escalofriante.
En la corte del zar Nicolás II, Rasputín era más que un simple consejero: era un oráculo, un visionario que parecía conocer los designios del destino. Pero su mirada inquietante alimentaba las habladurías y los rumores. ¿Eran sus ojos la ventana hacia el alma de un hombre santo o la puerta de entrada a un abismo de oscuridad y depravación?
En una época marcada por la intriga y la conspiración, los ojos de Rasputín eran un enigma que desafiaba toda explicación racional. ¿Eran el reflejo de la divinidad o la manifestación de la corrupción más profunda? Incluso hoy, siglos después de su muerte, los ojos de Rasputín siguen siendo un misterio sin resolver.»
Es un punto de vista. Sin duda, la influencia de Rasputín sobre los zares fue notable, sobre todo sobre la zarina María Fiódorovna Románova. La milagrosa cura sobre uno de sus hijos por mediación de Rasputín. Su aparente conexión directa con Dios y una personalidad sumamente atractiva hicieron de él alguien indispensable para los zares.
Se dice también en las fuentes historiográficas que fue la causa primera del derrumbe del imperio. Sin duda toda caída de poder es multifactorial. Pero en este caso Rasputín con sus constantes devaneos con mujeres jóvenes de la aristocracia, sus constantes alardes de su poder sobre los mismos zares, quienes ciertamente contaban siempre con él,
empezó a calar hacia abajo hasta las tabernas donde el descontento era total. Rusia se estaba muriendo de hambre. El descontento empezó a secuenciarse de forma exponencial: cada visita de Rasputín a las tabernas con sus relatos llenos de vulgaridad y el sometimiento de los zares a su voluntad tenía un efecto demoledor que azuzaba rebeliones y justificaba plenamente una revolución.
¿Por qué se comportaba así Rasputín? Se baraja una posibilidad que a mi entender guarda cierta relación: Rasputín fue condenado al ostracismo. Rasputín era miembro de la iglesia heterodoxa. Y era el responsable de su circunscripción. Pero lejos de comportarse como un buen pastor, pues se dedicaba a embaucar adolescentes sexualmente y a comprometer su honra, fue acusado de tales crímenes. Y tuvo que escoger entre el castigo o el abandono de su hogar. Esa expulsión tuvo que haber calado en un psique y de ahí la necesidad de estar constantemente haciendo ostentación de su posición política. Evidentemente no bastaba con triunfar.
Su desazón lo empujaba a emborracharse en los lugares donde «su clase» lo había despreciado. Y en el estupor de ese estado denigraba de forma grotesca su relación con la familia imperial, con sus relatos. Porque esa familia era el máximo exponente de la estructura social que lo había humillado. En el fondo los odiaba con todo su ser
Es el correlato de una soberbia sin fin que pondría fin a todo lo conocido. Empezando por el asesinato de toda la familia imperial, en la madrugada del 18 de julio de 1918, cuando el zar, su familia y cuatro sirvientes son llevados al sótano de la casa Ipátiev, casa situada en la ciudad rusa de Ekaterimburgo, residencia de Nikolái Ipátiev, un comerciante local. Allí los zares, juntos a sus cinco hijos y sus cuatro sirvientes fueron ejecutados. A pesar de la abdicación del zar, meses antes, nada pudo salvarlos de ser acribillados a balazos de pistola durante casi media hora.
Siempre me ha llamado la atención el nombre de esa casa, la casa del Propósito Especial.
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Me recuerda a Lord Black. Aunque decir "me recuerda" es absurdo: un recuerdo es como ese bote que tienes amarrado en el puerto del presente. Pero con el cabo muy suelto, una larga cuerda que hace que ese bote esté tan lejos que ni siquiera puedas verlo. De vez en...
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