Y pensar que eso sólo
se concede en sueños.
Pero el anhelo es tan intenso
que se percibe como un recuerdo
y no como un deseo.
Y en algún lugar de nuestra
soledad cotidiana
nos sorprendemos pensando
en ello. En ese día donde,
donde bastaba con empujar
el suelo con el pie
para impulsarnos hacia arriba
y hacer de nuestros andares
otro estilo de vida.
Una tan liviana, sin bocado ni bridas
que nos permitiera vivir
con la tranquilidad
de esas tortugas divinas.
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