Divertido, inteligente, listo, entrañable…insuperable. Con él, a todas partes. Aquí estamos los dos sentados detrás. Una excursión a través de campos y barrancos. Subidas y bajadas escarpadas; imposibles.
Y los dos poniendo la misma cara.
Nosotros pensando que sería un paseo, pero aquella tarde fue toda una aventura.
El rostro de los animales es igual al de las personas. No hay diferencia alguna. Los mismos sentimientos y emociones.
Es una forma excelente de entrenar nuestra atención como seres humanos.
Solemos deshumanizar y despersonalizar a cualquier otro por raza, cultura, nivel socioeconómico, género, edad…Y eso es muy evidente cuando la gente generaliza: los rusos, los negros, los blancos, los pobres, los viejos, los jóvenes, los gordos y los flacos, chinos, hombres, niños…los de arriba y los de abajo, británicos y españoles; latinos, venecianos y argelinos; los ricos, los feos y los guapos…etc, etc, etc. Son términos que sólo pueden expresar dos verdades:
La primera verdad es nuestra triste ceguera histérica.
Y la segunda verdad es nuestra negación a nuestra propia felicidad ante un mundo tan diverso y maravilloso y próximo; solidario en tamaño y forma. Un mundo compartido y ubérrimo como sólo puede serlo un mundo lleno de vida.
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