univalvo y sin más valor
que el que me da estar
a ras de tierra y a flor de piel.
Nunca con el suelo
pierdo el contacto
nunca con el cielo
pierdo el anhelo.
Un sentido práctico
y a la vez soñador.
¿Quién podría negarme entonces
el placer de la porcelana
y de sus ricos acabados;
placeres cotidianos
que hacen de tomar el té
un perfecto acto soberano?
Soberano es un rey
como también un conchudo enano.
Ambos dignos de presencia,
con sus excelencias y excrecencias
se someten a la misma Ley.
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