Pero más fuertes y constantes,
apasionantes y apasionados,
son los abrazos que se dan de corazón.
Y es de esas pocas cosas
tan maravillosamente extensas
que tienen lugar
en el mismo acto
de dar y recibir.
O de sólo dar
o de sólo recibir.
He ahí la fuerza de un abrazo.
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