Porque hoy hay eso también:
Somos caracoles
sobre la vía de un tren.
Adelante, adelante
con la casita a cuestas
con esa comodidad impuesta,
como la trompa al elefante,
los cerdos del corral
se mantienen vigilantes.
Ellos viven como hombres
porque a su misma mesa
se sientan y se sonríen.
Te creíste haber huido
pobre infeliz de sueños nutrido.
Y huiste, sí, así se te fue concedido,
y creíste vencer tras esa revolución
en la que te entregaste
de todo corazón, pero ya ves
que sigues atrapado
sobre ese acero forjado
pensando que hay un camino,
¡tu destino manifestado!
Pobre desgraciado
que consagras a la ignorancia
ese tu pobre estado.
Abre los ojos y para de babear,
porque eso no enfría el metal
en verano, ni lo calienta en invierno,
tu cuerpo, siempre pegado a él,
será un palpitante infierno.
El exoesqueleto que crees tener
es una ficción del porcino poder,
pues no eres babosa privilegiada
que viviendo sobre un carril
se tiene por una criatura colmada.
Abre los ojos y los oídos, también.
Recuerda el olvido del olvido
de ese tiempo que fue vivido,
donde no fuiste ni caracol
ni babosa, ni gallina ni cordero;
ni el caballo salchichero
que tras una vida de servicio
enviaron al matadero.
¡Recuerda! Busca en tu memoria
en ese momento que convirtieron
tu moral en pura escoria
y te dejaron sin alma; y en su lugar
pusieron demencia como
la filosofía por excelencia.
Recuerda que fuiste una persona
en un pretérito imperfecto
tan cercano al presente
que aún puede ser resuelto.
Abre los ojos mi amigo,
mi compañero, y baja de la vía
y aprende; recuerda como andar
primero, como las personas
sin cascarón que escuchan
a su corazón recuperan la razón,
para vivir de nuevo.
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