En esa estancia liminal
que hay entre estar y no estar,
en el borde del ahora
asomada a un siempre que fue
y que siempre será.
Allí en esa torre que fue castillo
y que de ella solo quedan los jirones
de otros tiempos mejores,
donde ya nadie recuerda sus temores
y el valor menor de sus vidas.
Atrapada en la solitud
cristalizada de un deseo no cumplido,
allí te espero para que estés conmigo.
Mientras, en el bramido
de las tempestades
me acercaré a tu oído
y en tus sueños más profundos
sobre tu mano sentirás la mía
y te hablaré del muro
que se levanta sobre el mar,
para que un día, en tu despertar
vuelvas a recordar mi nombre.
Y ya no habrá océanos de olvido
ni el silencio luminoso
de las noches sin estrellas,
sólo estaremos tú y yo
de nuevo juntos, de nuevo unidos,
liberados de todos los tiempos,
conoceremos el Mundo
y cómo fue concebido.
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El Castillo de Dunluce, posado dramáticamente en el borde de un acantilado de basalto en la costa de Antrim de Irlanda del Norte, tiene un pasado histórico que data del siglo XIII.
Originalmente construido por la familia McQuillan, más tarde se convirtió en el bastión del poderoso clan MacDonnell. La ubicación del castillo lo convirtió en una fortificación estratégica, pero su precaria posición también llevó a que parte de él se derrumbara en el mar durante una feroz tormenta en 1639. Dunluce fue finalmente abandonado en el siglo XVII, dejando atrás una inquietantemente hermosa ruina.
Hoy en día, es una atracción turística cautivadora, que ofrece impresionantes vistas del Atlántico Norte y un vistazo a la historia medieval de Irlanda del Norte.
Castillo de Dunluce – Wikipedia, la enciclopedia libre
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