¿Soy la puerta,
soy la quiebra
o soy el tornillo?
Qué más da,
en la urdimbre del tiempo
la trama carece casi
de toda importancia.
Los hilos van y vienen,
por delante toda una vida,
por detrás toda una verdad.
El enjulo, ese gran palo
que aguanta nuestro artilugio vital,
se mantiene firme desde el principio
hasta el final, aguantando el machete
que todo lo ajusta sin justicia
y sin perdón, pues esa es su condición.
31.536.000 millones de hilos
discurren durante un año.
Pero no somos conscientes
de la infinitud de los momentos que componen cada uno de esos hilos.
Momentos de contenidos absurdos
pero que la lanzadera no discrimina
como tampoco lo hace la hilandera.
Todo momento, pero
¿cuánto cuenta tu momento?
Haz la cuenta de uno solo
y te asustará esa razón inexorable
que si algo no es memorable
sólo puede ser un nudo más,
en ese telar que al final
será el sudario de nuestra vida,
para llevarnos con cierta dignidad
a la incertidumbre de la Gran Noche.
La Gran Laguna y el fin
de todo reproche.
Mientras, tened claro, que
lo mismo que nos da la vida,
también nos corroe.
Por tanto, ¿qué más da ser puerta,
tornillo o chapa roída?
Ten conciencia de lo trabajosa
y espantosamente corta que es la vida
y haz de tu telar, el lugar más sagrado
de tus más sagrados días.
Pues aunque nadie te lo diga, esos
más de treinta millones de hilos, son tiempo, y el tiempo es oro
y el tiempo es vida.
Y tu vida, la tuya, es tan preciosa
y única que sólo puede ser tuya.
Puedes escoger entre tejer
sedas o tejer sacos
pero lo que escojas que sea por gusto
y no por la caridad de un escupitajo.
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