Nos gusta compartir momentos. Hacer cosas juntos. David, Lord Black y yo. Tenemos un pequeño espacio de almacén en casa de un amigo. Aquella tarde fuimos los tres para llevar algunos caballetes y libros.
Como a Lord Black le dan miedo las escaleras sin contrahuellas nos quedamos abajo esperando. Una escalera de malla metálica se levantaba ante nosotros. El efecto otorgaba gracilidad y ligereza el espacio. Y quizás por eso a Lord Black esa escalera no le parecía muy estable y potencialmente peligrosa. Y no digamos si la tal escalera además está desprovista de contrahuellas entonces la negativa de nuestro perro es rotunda.
A la mayoría de perros les ocurre lo mismo. En este sentido es impresionante lo sensato que es nuestro perro: si a él le parece peligroso algo actúa con miedo pero sobre todo con un sentido de la protección que a veces nos resulta sobrecogedor: De ningún modo quería Lord Black que David accediera a esa escalera “tan peligrosa” así que ladraba y gruñía.
Ya habíamos ido algunas veces y a mí me sabía mal los enfados que llegaba a coger este grandullón peludo de casi cincuenta quilos, así que esa tarde me dispuse a enseñarle a subir por ese espacio. Iba poniendo mi pie en el primer escalón. Repetía el gesto con afectación y al poco, Lord Black entendiendo lo que le estaba pidiendo, entre gruñidos y rebufos ponía su pata. Yo le miraba diciéndole “¿Ves como no pasa nada? Ahora prueba con el otro” y repetía el gesto con el otro pie. Donde yo ponía el pie, justo al lado, él ponía su pata. Y así llegamos al primer descanso.
Entonces levanté la mirada y vi que David se estaba ahogando de la risa sujetándose el vientre. Me sentí indignada ante tal falta de reconocimiento que además se manifestaba con mofa. “Se puede saber de qué te estás riendo? Es un logro que Lord Black vaya superando sus miedos” “Ya, sus miedos…” y siguió partiéndose de risa hasta que pudo hacerme un gesto indicando que mirara hacia atrás.
Yo no veía nada y torneé los ojos con fingido enfado. “Lord Black, se están riendo de nosotros” El perro asintió sacando la lengua y cimbreando la cabeza con cierto nerviosismo. Entonces caí en la cuenta. Tenía las patas delanteras bien aposentadas sobre el escalón pero las traseras temblaban con tal rigor, de lado a lado, que bien podría haber estado bailando con Jonh Travolta en la mítica escena de Grease…Yo ya lo estaba viendo bailar Greased Lightning a todo trapo. Lo abracé entre risas y él se calmó. Con su mirada me reclamaba comprensión. Así que entonces lo mantuve pegado a mí y seguimos subiendo. Hacíamos paradas y lo iba acariciando y animando mientras el miraba su alrededor con cierto alivio y sorpresa ante lo estable del piso.
Llegamos arriba y los tres celebramos el ascenso de Lord Black. Él me daba pequeños mordiscos mientras ladraba de alegría. Se acercó a la escalera y siguió moviendo el rabo triunfante.
Tras pasar un rato bajamos los tres. No es que bajará corriendo pero se sentía arropado entre nosotros y mantuvo un poquito más el tipo.
A mí me hacía gracia pensar lo mucho que Lord Black confía en mí o, mejor dicho, hasta qué punto es capaz de llevarme la corriente… Lo quiero muchísimo, la verdad.
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