a los demás te encadenas
a sus opiniones.
Esclavo de la insensatez
te conviertes en un muñón,
en esa mutilación grotesca,
que es morderse a uno mismo,
porque hacer eso de complacer
costar sí que cuesta,
mucho más que tirarse a un abismo.
Ser complaciente
es ser esclavo de mil tiranos.
Y todos quieren su parte
para saciar sus placeres más sádicos.
Te imponen su voluntad porque
carecen de la suya. Vagos,
vagos y cobardes
de valentía hacen alarde,
pero son cobardes
y por eso desdeñan por norma
con indiferencia fingida.
Con tantas cadenas y tantas prisiones
¿por qué te dejas llevar
por la peor de todas las pasiones?
Sumiso y febril,
enloquecido por tener sex appeal,
eres un triste pusilánime.
Retorcido y aplastado
viviendo bajo una sonrisa
como un sol que todo lo ha arrasado.
¿Acaso crees que eres un
Ícaro que no ha fracasado,
porque no eres capaz de oler
cómo estás de quemado?
Sal del montón y coge mi mano.
No tienes que gustarme
ni quiero ser yo tu amo.
Pero en mi deseo de
un mundo más humano,
hay que extender la mano.
No tengo más pretensión
que ver en ti a otro ser humano.
Uno libre, feliz, en paz y sano.
Sin cadenas en los pies;
sin cadenas en las manos.
Sin opiniones infligidas
por una piara de guarras y marranos.
¡Vamos, sal de allí y coge mi mano!
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