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Autor: Sole Sánchez Mohamed

Publicado el 15 de septiembre de 2024

5 Lecciones Clave De El Malestar En La Cultura

  1. El malestar en la cultura es una obra escrita por Sigmund Freud en la que se exploran los conflictos entre las exigencias de la sociedad y los deseos y pulsiones individuales.
  2. Una de las lecciones clave que se pueden extraer del libro es que el ser humano se encuentra inmerso en una constante lucha entre sus instintos primitivos y las restricciones impuestas por la sociedad. Freud argumenta que esta lucha es la causa principal del malestar y la insatisfacción en la vida humana.
  3. El libro también plantea la idea de que la civilización y la cultura son en cierta medida responsables de la represión de los instintos y deseos individuales. Freud sostiene que el precio que pagamos por vivir en sociedad es la renuncia a ciertos placeres y la supresión de nuestras pulsiones más primitivas.
  4. Otra lección clave del libro es el papel fundamental que desempeña el conflicto y la represión en la formación de la personalidad humana. Freud argumenta que los individuos internalizan las normas y valores de la sociedad a través del proceso de represión, lo que a su vez tiene consecuencias significativas para su bienestar emocional y mental.
  5. Finalmente, el libro también plantea la idea de que la religión desempeña un papel importante en la búsqueda de sentido y alivio frente al malestar y la insatisfacción en la vida. Freud argumenta que la creencia en un poder superior y la adhesión a normas y valores religiosos permiten a las personas encontrar consuelo y trascendencia en medio de su sufrimiento.

Fuente https://www.bookey.app/…/quot…/el-malestar-en-la-cultura

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«El malestar en la cultura indaga en el efecto que sobre las pulsiones del individuo ha tenido el desarrollo de la civilización, como moldeadora pero también como represora del comportamiento humano»

«El designio de ser felices que nos impone el principio del placer es irrealizable; mas no por ello se debe –ni se puede- abandonar los esfuerzos por acercarse de cualquier modo a su realización. Al efecto podemos adoptar muy distintos caminos, anteponiendo ya el aspecto positivo de dicho fin –la obtención del placer-, ya su aspecto negativo –la evitación del dolor-. Pero ninguno de estos recursos nos permitirá alcanzar cuanto anhelamos. La felicidad, considerada en el sentido limitado, cuya realización parece posible, es meramente un problema de la economía libidinal de cada individuo. Ninguna regla al respecto vale para todos; cada uno debe buscar por sí mismo la manera en que pueda ser feliz. Su elección del camino a seguir será influida por los más diversos factores. Todo depende de la suma de satisfacción real que pueda esperar del mundo exterior y de la medida en que se incline a independizarse de éste; por fin, también de la fuerza que se atribuya a sí mismo para modificarlo según sus deseos.»

«Que esta apariencia es un engaño, que el yo más bien se prolonga hacia dentro, sin límites precisos, en un ser psíquico inconsciente al que denominamos ello, al cual sirve por así decir de fachada, sólo nos lo ha enseñado la investigación psicoanalítica, que todavía nos debe muchas explicaciones sobre la relación del yo con el ello.»

«La patología nos da a conocer un gran número de estados en los que la delimitación del yo frente al mundo exterior se torna insegura o los límites se trazan realmente de modo incorrecto; casos en los que partes del propio cuerpo e incluso fragmentos de la propia vida anímica, percepciones, pensamientos, sentimientos, se nos aparecen como ajenos y no pertenecientes al yo, otros en los que se atribuye al mundo exterior lo que evidentemente se ha generado en el yo y éste debiera reconocer»

«Pues bien, esto sólo parece posible dando el siguiente rodeo: el impedimento de la satisfacción erótica provoca una cierta agresividad contra la persona que estorba la satisfacción, y esta agresividad misma debe ser a su vez reprimida»

«El superyó es una instancia deducida por nosotros, la conciencia una función que le atribuimos entre otras, la cual tiene que vigilar y juzgar los actos e intenciones del yo, ejerce una actividad censora. El sentimiento de culpa, la dureza del superyó, es, pues, lo mismo que la severidad de la conciencia; es la percepción deparada al yo de que este es vigilado de tal modo; es la apreciación de la tensión entre sus afanes y las exigencias del superyó; finalmente, la angustia subyacente a toda la relación, frente a esta instancia crítica, es decir, la necesidad de castigo, es una exteriorización instintiva del yo, el cual, bajo el influjo del sádico superyó, se ha vuelto masoquista (…)»

«Tal vez sea aquí oportuna la observación de que en el fondo el sentimiento de culpa no es nada más que una variedad tópica de la angustia.
«(…) puede realmente afirmarse que la conciencia ha nacido en principio como consecuencia de la represión de una agresividad y que en su periplo ulterior se refuerza por nuevas represiones similares»
«Dice así: al comienzo es la conciencia (más exactamente: la angustia que más tarde se convierte en conciencia) la causa de la renuncia a los instintos, pero luego la relación se invierte. Toda renuncia a los instintos se convierte entonces en una fuente dinámica de la conciencia, cada nueva renuncia intensifica la severidad e intolerancia de esta, y sólo con que pudiéramos armonizarla mejor con la génesis de la conciencia por nosotros conocida, estaríamos tentados de profesar la paradójica tesis de que la conciencia es la consecuencia de la renuncia a los instintos; o bien: la (a nosotros impuesta desde fuera) renuncia a los instintos crea la conciencia, que luego reclama ulteriores renuncias.»

«En el segundo caso, equiparación de la mala acción y la mala intención, de ahí la consciencia de culpa, la necesidad de castigo. La agresividad de la conciencia conserva la agresividad de la autoridad.»

«(…) la virtuosa abstinencia ya no es recompensada con la seguridad del amor, y una infelicidad que amenazaba desde fuera –la pérdida del amor y el castigo por parte de la autoridad externa– se ha cambiado por una infelicidad interior permanente, la tensión de la consciencia de culpa.»

«El destino es considerado como sustituto de la instancia parental: si a uno le sobreviene la desgracia, significa que ya no es amado por el poder supremo y, amenazado por este deseo de amor, se inclina de nuevo ante la representación parental en el superyó que cuando era feliz quería desdeñar»

«A este estado se lo denomina «mala conciencia», pero propiamente hablando no merece este nombre, pues en este estadio, la consciencia de culpa no es, evidentemente, sino angustia frente a la pérdida de amor, angustia

«social». En el niño pequeño nunca puede ser otra cosa, pero tampoco en muchos adultos cambia más que el hecho de que el lugar del padre o de ambos progenitores lo ocupa la comunidad humana, más grande.»

«La patología nos da a conocer un gran número de estados en los que la delimitación del yo frente al mundo exterior se torna insegura o los límites se trazan realmente de modo incorrecto; casos en los que partes del propio cuerpo e incluso fragmentos de la propia vida anímica, percepciones, pensamientos, sentimientos, se nos aparecen como ajenos y no pertenecientes al yo, otros en los que se atribuye al mundo exterior lo que evidentemente se ha generado en el yo y este debiera reconocer»

Insistir en esta idea:
«Dice así: al comienzo es la conciencia (más exactamente: la angustia que más tarde se convierte en conciencia) la causa de la renuncia a los instintos, pero luego la relación se invierte. Toda renuncia a los instintos se convierte entonces en una fuente dinámica de la conciencia, cada nueva renuncia intensifica la severidad e intolerancia de esta, y sólo con que pudiéramos armonizarla mejor con la génesis de la conciencia por nosotros conocida, estaríamos tentados de profesar la paradójica tesis de que la conciencia es la consecuencia de la renuncia a los instintos; o bien: la (a nosotros impuesta desde fuera) renuncia a los instintos crea la conciencia, que luego reclama ulteriores renuncias.»

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«Personalmente «El sentimiento de culpa, impuesto por la sociedad, es otra fuente de malestar en nuestra cultura.» Es la frase clave de este ensayo.
Destripar un libro y exponerlo de esta forma no es menos rudo que estar en un mercado comprando alegremente ese trozo de carne que es de alguien, alguien que quizás tuvo la suerte de pasar en un prado o de sufrir en los campos de concentración, esas granjas de ganado cuya única existencia tiene como fin formar parte de un plato amenizado con algunas verduras a la plancha. Todo parece tan civilizado…pero no lo es. El Malestar de la Cultura de Sigmund Freud es un ensayo cuadrado. Aunque él mismo le quite importancia diciendo que no escribió más lo que comúnmente se pensaba, lo cierto es que es un libro imprescindible en el cultivo de la Ética y Moral.

Hoy día se habla mucho de las autolesiones de continuo, que se producen los adolescentes y no tan adolescentes, hablo de las autolesiones…este ensayo, debidamente contextualizado y contemplado desde una actitud intelectual, donde el sesgo de las opiniones y creencias quedan fuera, explica de forma clara el porqué de la infelicidad actual.

Y, por eso, uno no debería conformarse con unas libras de carne. Pues de ningún modo saldaría así esa deuda con ese mercader mezquino que a menudo es la vida.»

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